Algo que nos sucede a casi todos es que muchas veces no sabemos qué camino tomar, vemos que otros tienen un futuro casi hecho mientras que nosotros seguimos preguntándonos cuál será el siguiente paso. Cuando yo era pequeña, recuerdo haber dicho que quería ser doctora, maestra, secretaria; incluso quise ser princesa. Bien, mis padres nunca me cortaron las alas, pues decían que yo podía ser quien quisiera ser, incluso una princesa. Y sí, lo soy; todas lo somos. Me gustaban tantas cosas que no sabía qué elegir, sin embargo, un día dije que quería ser científica porque me sentía muy curiosa acerca del mundo y sus misterios. Fui más grande y aún quería serlo, así que mientras pensaba en que rama quería tomar, decidí que quería convertirme en una bióloga marina. Sin embargo, pronto apareció otra profesión que me enamoró tanto como lo había hecho la ciencia; sentía el deseo de ser criminóloga y envolverme en casos que afectaban a la comunidad, ser útil para mi país. Entonces comenzó el problema, ¿Qué profesión debía ser la adecuada?
Recuerdo que un día, mis compañeros y yo hicimos una prueba que estaba dirigida a ayudarnos a responder esa pregunta tan común, ¿Qué debo estudiar? Mis resultados no me ayudaron en lo absoluto, pues decían que podía estudiar ciencia y alguna carrera relacionada a las Ciencias Sociales. Entre mi problema, le pedía a Dios que me dejara saber cuál debía estudiar, estaba segura de que él me daría la respuesta, pero sentía que se estaba tardando. Cuando llegó el momento de solicitar a la universidad que me interesaba, elegí tres recintos. Había decidido estudiar biología marina y aunque mi IGS no fuera suficiente para ser admitida en el curso, de alguna forma tenía la certeza de que Dios iba a abrir las puertas para mí. Así que elegí otro curso en su lugar, uno que me dirigiera al que realmente me interesaba. En cada recinto coloqué ese curso y solo en dos, añadí otro curso del cual solo había oído mencionar, el punto era entrar a la universidad. De esa forma, entraría y luego, cuando fuera el tiempo, podría hacer una transferencia de cursos y me matricularía en biología marina.
Feliz por el hecho de que había resuelto mi problema de decisiones, me quedé tranquila, solo preocupándome porque me eligieran en el curso relacionado a la biología marina, digo, el IGS daba y sobraba para que me eligieran, estaba segura y declaraba que me iban a elegir.
Uno de los recintos a los que había solicitado, no me gustaba, así que, en un comienzo, oré porque me eligieran en cualquier recinto menos en ese, pero luego, cuando la fecha de aprobación y denegación de solicitudes se acercaba, oré porque me eligieran en cualquier recinto, mientras me eligieran en esa universidad. Llegó el día de la gran noticia y recibí la decepción de que no me habían aceptado en ningún recinto, casi no podía creerlo. Mientras que todos mis amigos habían sido aceptados en alguno, yo era la única fuera de cualquier universidad porque había negado a las demás universidades, pensando que había sido elegida en la que yo quería. Recuerdo haber llorado mientras que la confusión se arremolinaba en mi interior, si yo había tenido fe en que me iban a aceptar, ¿por qué Dios no me había dejado entrar?
Lo que no sabía, era que allá en el cielo, Dios tenía otros planes para mí, mejores y encaminados por Él. Había tomado las decisiones sola, no le pedí que me mostrara qué carrera debía elegir de entre todas las existentes, no le pedí que dirigiera mis pasos como Él quería; le pedí que eligiera entre las opciones que YO quería. Ese fue mi error.
“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Proverbios 3:6 (RVL)
Pasaron los días y aunque estaba triste, oré y en lugar de pedirle algo al señor, lo dejé todo en sus manos, pues estaba segura de que él no me iba a dejar así. Reconozco que en un principio me molesté, me molestaba el hecho de que tanto esfuerzo de una vida estudiantil no fuera suficiente, pensaba que yo no era suficiente para entrar a esa universidad, pero Dios es bueno y nunca nos abandona. A veces nosotros no nos comportamos de la manera en que debemos y él simplemente quiere darnos una pequeña lección.
Un día, me llegó un correo electrónico de la directora de admisiones, lo abrí y leí que la universidad había abierto cupo en el departamento de psicología forense, ese que había solicitado (pero del cual no tenía una idea) y yo había sido admitida; mi asiento estaba reservado. Dios lo había hecho todo, él había tenido mi asiento reservado desde antes.
Lo más curioso es que él eligió la única profesión que siempre dije que no quería estudiar, leyes. También eligió el recinto al que yo no quería ir. Solo Él conoce el camino por el que nos dirige y ahora que estoy en la universidad, me doy cuenta de que no hay otro camino por el cual me querría dirigir. Esa prueba me enseñó a confiar más en el Señor, a aprender a depositarlo todo en sus manos y a dejar que él sea quien trabaje en mi vida. Dios es impredecible, solo Él tiene el poder de decidir y no importa cuántos planes hagamos para nuestro futuro, él ya tiene uno hecho para cada una; mejor y seguro.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”. Proverbios 3:5
Durante mi experiencia universitaria, he podido reconocer que Dios es sabio en todos los aspectos y que él realmente nos conoce y conoce el camino perfecto para cada uno de sus hijos. Puede ser increíble pensar que una profesión que nunca me gustó, ahora me esté enamorando de tal manera que no puedo imaginarme a mí misma haciendo otra cosa, pero para Dios no hay nada imposible. He encontrado nuevas pasiones y nuevas metas que jamás hubiera imaginado que tendría y le doy las gracias a Dios por haberme dirigido por este camino. Ahora camino segura con la convicción de que es Dios quien dirige mis pasos y quien abre las puertas para mi futuro.
Cuando no sepas qué camino tomar, deja todo en las manos del señor y ten la certeza de que él contestará tu petición y te dirigirá por el camino correcto, incluso si piensas que no eres buena en nada o si piensas que tu sueño es demasiado grande para poder cumplirlo, Dios no cortará tus alas, sino que te dará unas nuevas para que vueles alto. No digo que no hagas planes, siempre es bueno tener una idea de lo que quieres hacer en un futuro, pero tampoco te preocupes si no lo sabes, no eres la única; ni la primera, ni la última. Tal vez te suceda como a mí, querrás ser tantas cosas, pero Dios elegirá la que menos esperas.
Así que hoy, dedica un tiempo a la oración y ten fe en que Dios tiene el control de tu vida y de tu futuro. Sobre todo, no fuerces las oportunidades porque lo que viene de Dios, llegará a su tiempo y jamás se escapará de tus manos. Dios te bendiga.
Mi nombre completo es Francis Miley Dávila Pastrana, pero prefiero que simplemente me llamen Miley. Tengo 18 años, así que actualmente estoy en mi primer año universitario y estudio psicología forense. Vengo de La Isla del Encanto (Puerto Rico). Mi idioma principal es español, pero he tenido la dicha de aprender el inglés de igual forma. Entre mis tantos pasatiempos, mi favorito es la lectura; los libros y yo, somos como compañeros del alma. También me encanta escribir y hacer cualquier cosa relacionada al arte, ya sea: cantar, tocar algún instrumento, dibujar, o hacer una simple manualidad. Aprender es otra cosa que me fascina; sí, soy una nerd de primera. Se podría decir que soy tímida, pero a la vez me encanta hacer amistades y conocer personas nuevas. Dios es mi guía y solo espero convertirme en la chica que él quiere que yo sea.
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